¿EL DÍA DE LA HISPANIDAD O DE ESPAÑA?

Foto del Día de la Hispanidad, tras el desfile de las FF.AA.

España es un país en el que se polemiza con todo. La leyenda negra nos persigue allá donde vamos y en nuestra propia autocrítica no admitimos concesiones. Desde la bandera, hasta la monarquía todo se lleva al juego de la opinión y no siempre mediante argumentos válidos, sino por comentarios, que bien por derrotistas o bien por partidistas ensucian los datos referentes a nuestro pasado.

En nuestro revisionismo histórico, que va más allá de quitar el nombre de dictadores totalitarios, cuyos méritos se miden en asesinatos y 'paseos' a las calles más emblemáticas de nuestras localidades, nos negamos la oportunidad de abrir nuestros ojos e ir más allá de las leyendas que en nuestro nombre firmaron nuestros enemigos, a la cabeza 'La Pérfida Albión'.

Recientemente, el Día del Pilar, día de las Fuerzas Armadas, la polémica volvió a surgir como debate de infotaiment rancio de sábado noche. El Estado español celebra el Día de la Hispanidad, el mismo día en el que Colón pisó América, el inicio del más infame de los genocidios jamás conocidos hasta entonces o eso es lo que parece, ya que en aquella época los españoles eran los únicos en llevar una contabilidad fiable.

Dar una visión favorable o que no deje en evidencia a De Lezo, Almagro, Colón y compañía en todo nuestro territorio huele a rancio. De hecho, la mera conquista de tierras pertenecientes a una civilización tecnológicamente menos avanzada, hoy día, supura toda clase de vahos tóxicos. El problema es que cuando se juzgan estos hechos, ocurridos hace seis siglos, se hace de forma descontextualizada y parcial. Nos olvidamos de que el hombre que solo amó el oro y que degolló a millones de indios en una corta y poco preparada campaña, Hernán Cortés, fue uno de los primeros en traer a Europa los productos que utilizaban los mayas en sus territorios, incluso al conquistador del Yukatán se le conoce un romance con una de esas indígenas. Es decir, no todo fueron guerras y pese al salvajismo y la intolerancia de la época siempre se pueden encontrar luces entre las sombras.

Hoy día no se puede entender una conquista como la que desarrollaron los Austrias, pero por entonces no había drones, ataques calculados y, ni siquiera, existía una diplomacia internacional fuerte que pudiera llegar a acuerdos en cuestiones humanitarias.

Somos así, no llevamos, porque jamás lo hemos intentado, la contabilidad de nuestros años. El pasado siempre lo hemos considerado más como arma que como herramienta para conocernos, y en ese debate estamos. El Día de la Hispanidad lo entendemos solo como el de lo español, cuando este, podría ser un refuerzo en las relaciones con los países latinoamericanos así como con su cultura. Aunque, en fin, hay otros que proponen olvidar el día, quedarse con las malas noticias y seguir pensando que el descubrimiento de un continente, así como las mejoras tecnológicas derivadas fueron un atraso. Contradicciones las hay siempre.


Sin embargo, no podemos negar que esclavizamos tribus, asesinamos indios e impusimos nuestra razón por la fuerza. Un desfile militar sigue dando razones para seguir portando el baluarte de la leyenda negra de Felipe II y olvidar los nombres de esas personas, que al llegar al nuevo continente empezaron a pensar en principios naturales que ahora parecen de siempre pero se instauraron en el siglo pasado.

Algún día deberíamos empezar a hablar de Fray Bartolomé de las Casas o el decreto por el que Carlos I aprobó las Leyes Nuevas, efectivas o no, insuficientes de seguro, no dejan de ser un hito en cuanto al humanismo, en una época en la que poco se pensaba sobre ello.

Cuando no todo sea política, a lo mejor nos arrepentimos no solo del genocidio, como ya lo hacemos, sino que también aprenderemos a pasar página y celebrar las razones que nos unen, las pocas luces de un pasado oscuro del que hoy solo se enorgullecen 'lo rancio y lo nacional'.

Unknown

Comunicador, periodista, persona, fotógrafo amateur enamorado de las palomitas, la naturaleza y el humor absurdo. Como Loquillo: "Feo, fuerte y formal"

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