TARDES DE MEDIA BOLA



Las tardes empiezan a ser tranquilas en Velilla del Río Carrión. El sol, ya, no brilla como en julio o la primera quincena de agosto y a la espera de algún puente, en el que se celebren reuniones familiares, los foráneos han hecho sus maletas dejando el pueblo tal y como estaba después de revivir viejos tiempos. Aquellos en los que ahora banqueros de Cáceres, empresarios de Cataluña , trabajadores de Bilbao y jubilados de Palencia se dejaban las rodillas en el campo de fútbol y empezaban a beber en la bolera.

“Aquí se ha jugado a muchos juegos: la rana, los bolos de bola redonda, la media bola, la tanga, la peonza... ahora como ya somos menos y más mayores solo jugamos a la media bola”, señala Alfredo, al que todos los que se reúnen en la bolera por las tardes en Velilla señalan como su mejor portavoz. Es este último juego, la media bola, es el que más sorprende a los forasteros cuando pasan frente a la puerta principal del Campo de Fútbol de La Serna, donde se encuentra la bolera.

No es extraño, según señala la docena de personas que pasan las tardes en la bolera, que muchas personas al verles se queden mirándolos y señalando la semiesfera con la que juegan al 'bowling', tal y como dicen aquellos que piensan que el vocabulario del español no es suficiente para resultar 'snob'. “Mira, se les ha roto la bola y siguen jugando”, deben pensar.


Aunque con la disminución de la población de la localidad en septiembre ya sean muy pocos los que se entretengan mirando las partidas y algunas tardes se deje como único testigos del juego dos porrones de cerveza y vino, que se van rellenando según pasan las horas. Estoicos o epicúreos, los de siempre: Mariano, Andrés, Santi, 'Tato', Fernando, Alfredo, José 'el Jotero', Zarra y Javi resisten y acuden si no todas, la mayoría de tardes a su cita con la semiesfera y los diez bolos en el mismo sitio desde hace cerca de treinta años. “Cuando yo empecé, la bolera estaba en Las Cortes, al otro lado del río; luego, donde el cuartel; y más tarde la trasladaron a la plazoleta que hay entre el campo de fútbol y la antigua Casa de la Cultura; antes de que la pusieran aquí”, recuerda Alfredo, quien compatibiliza su trabajo en la capital provincial con su afición a este deporte.

“Cuando el suelo está seco, a lo que siempre se ha jugado es a la media bola, si no es así se busca otro entretenimiento o se hacen y reparan los bolos y las bolas” recuerdan todos, que no olvidan en señalar que estamos ante un juego único en el mundo y que, como una especie endémica del Oeste de la Montaña Palentina, solo se conserva durante todo el año en las zonas de ocio de Otero de Guardo y Velilla del Río Carrión.

Cuando se empezaron a hacer los campeonatos de juegos populares de la Diputación había más pueblos en los que se jugaba, pero con el éxodo rural esto se ha ido perdiendo y la media bola solo se recupera en las tardes de verano en Cardaño de Arriba, Cardaño de Abajo,  Valcobero, que hasta hace tres años presentaba un equipo a los campeonatos provinciales, Camporredondo y Fresno del Río. En Guardo, aunque haya quien recuerde a sus mayores lanzando semiesferas contra un castro de nueve bolos con un 'cura', más pequeño que el resto de sus hermanos, adyacente, no hablamos del mismo juego y, es que, al otro lado de la montaña, en tierras leonesas, también escatiman en madera y en el bolo leonés el objeto arrojadizo también tiene un perfil semicircular. Sin embargo, el tamaño de los bolos, así como las dimensiones y composición del juego difiere lo suficiente como para considerarlo distinto.


LA MEDIA BOLA PALENTINA


“Cuando alguien me pregunta que por qué no usamos una bola de bolos normal, le digo que es que nosotros también sufrimos la crisis y hemos tenido que hacer recortes” se ríe Alfredo. Aunque parezca que los actuales desvaríos económicos hayan estado aquí siempre, el periodo de desaceleración y posterior recesión de la economía data de 2008 y en este caso estamos hablando de una tradición cuyo origen es muy difícil de fechar.

“De cómo empezamos a jugar a la bola redonda aquí, sí puedo decir: la introdujo Don Urbano, el cura, hará más de treinta años porque aún jugábamos en la anterior bolera; pero la media bola la conozco desde siempre”, recuerda el portavoz de estos, salvando las distancias, 'pequeños Lebowskies'. Aunque sea difícil de saber, la proximidad a León y las relaciones que se han dado entre las gentes de un lado y otro de la actual linde provincial, es posible que propiciaran que esta variedad de bolos se introdujera en territorios palentinos, en los que con el paso del tiempo se creó una variante que se tiene que considerar una modalidad distinta.

“Nunca hemos jugado contra los de Siero (en la vertiente leonesa), bueno, miento cuando hicieron el estudio de los juegos de bolos los de Europa (EUROBOL), pero, la verdad es que, aunque su juego se parezca, no es el mismo. Ellos utilizan una bola más pequeña y los bolos suyos son más bajos y anchos que los nuestros, además pintan un círculo alrededor del castro – el conjunto de los nueve bolos dispuestos en un área cuadrada – y si la bola no queda dentro de este círculo, no se birla, entre otras cosas”, señala las principales diferencias entre el bolo leonés y el palentino Alfredo.

Jugar a la media bola de la Montaña Palentina es fácil. Desde una distancia de 10 metros, uno menos que en el bolo leonés, se lanza la semi-esfera de forma que al caer en la tierra lo haga entre el canto y la panza. “Si cae de canto rodará como una rueda, si cae de panza se quedará como una piedra”, explica el portavoz de los 'boleros'. La virtud está en el medio y si se consigue, cuando caiga la bola rodará trazando una curva. El objetivo es que esta curva entre en el castro – si no lo hace, el tirador no podrá birlar – y que del castro salga entre el bolo adyacente y el más cercano a este. Si lo hace se anotarán diez bolos o puntos, si tira el adyacente se sumarán cuatro más, ya que este es el bolo más valioso, el resto de bolos que caigan sumarán un punto más. A esta modalidad de juego de media bola se le conoce como ahorcado, el más popular. Sin embargo, tanto tiempo con el mismo juego ha hecho que se desarrollen variantes cambiando la posición del bolo adyacente, trazando una ralla entre este y el más cercano que forma parte del castro o acortando el perímetro del castro en el que hay que introducir el bolo para poder birlar.

En lo que no varía es en que se juega por equipos  y después de lanzar se birla, es decir, los jugadores que metieron la bola en el castro se acercan a los bolos y los golpean con la semi esfera, pudiendo tenerla entre las manos mientras derriban los dos primeros, después han de soltarla. Si los componentes del equipo (4 ó 5) no cincan, es decir meten todas sus tiradas en el castro, es posible que de una sola tirada se puedan conseguir los 42 puntos que les hacen ganadores de la partida en los torneos de todas las tardes en las boleras, en el campeonato provincial se juega a 50.
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OTERO DE GUARDO


Si bien de todas las poblaciones en las que se juega a la media bola Velilla del Río Carrión es la más poblada, no es la más importante en cuanto a la media bola se refiere. Otero de Guardo, un pueblo que no supera el centenar de habitantes, según el padrón, fue la localidad a la que más equipos de media bola representaron en el último campeonato provincial: Tres masculinos y cuatro femeninos. Además es en este pueblo en el único en el que los jóvenes siguen jugando, como se hacía antiguamente, con sus vecinos, sin importar la edad, en la bolera del pueblo, situada al lado de uno de los dos bares de la localidad.

“Pues empezamos de niños. En las fiestas había torneos de infantiles y participábamos. Niños y niñas, sin importar”, relata Mario Mancebo, el más joven de los jugadores de media bola, con 24 años. “No sé muy bien por qué mientras que a nosotros nos gustan los bolos a los que son un poco más jóvenes, como que pasan un poco más, de vez en cuando van a la bolera y sí saben jugar, pero no es lo mismo”, protesta el natural de esta pequeña localidad del norte palestino.

Mancebo no sabe el por qué se ha aficionado a un juego como este, aunque al ser la última generación su forma de aprendizaje fue distinta. “En verano, cuando venían todos, jugábamos por las mañanas, porque luego la bolera estaba ocupada por los mayores y no podíamos. Antiguamente, también, si no eras bueno no podías jugar en la plaza, la gente tenía que irse a las heras o a otras calles”. Las cosas han cambiado mucho en poco tiempo y los más mayores de la localidad tampoco recuerdan que las mujeres jugaran a este juego.

A diferencia de en Velilla, en Otero no todos los días se juega a los bolos, la población es menor y solo los fines de semana, cuando los naturales del pueblo tienen tiempo libre se reúnen por las tardes estos deportistas, que hasta hace pocos años se jugaban las rondas de cerveza y vino en el bar en las partidas. Ahora, ya se compra la bebida entre todos y la rivalidad solo tiene sus repercusiones en la pista donde se entrena esperando el próximo campeonato provincial o cualquier torneo que organicen contra los de Velilla u otros pueblos cercanos, aunque esto ya sea más difícil, en algunos pueblos como Camporredondo ni siquiera hay una bolera donde poder jugar, ésta se asfaltó en 2012, cuando ya nadie jugaba.

Con el recuerdo del alquitrán cubriendo la tierra en la que rodaron las semiesferas de la media bola palentina, los últimos jugadores de este juego, del que nadie se atreve a averiguar un origen, siguen a lo suyo, en las boleras, a partir de las 6 de la tarde, cuando ya todo el mundo ha acabado con sus labores y dispone de unas horas de ocio, que nunca se desaprovechan entre los porrones de cerveza, vino, los nueve bolos y el recorrido de una bola intentando golpear al 'cura'.



Unknown

Comunicador, periodista, persona, fotógrafo amateur enamorado de las palomitas, la naturaleza y el humor absurdo. Como Loquillo: "Feo, fuerte y formal"

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