COMO EL TORO, MIGUEL HERNÁNDEZ



Hay días que se nos olvida, de alguna forma, la vida. Hay días en los que no somos capaces de recordar el dolor. Hay días en los que Miguel Hernández no murió, ni sufrió el martirio en la cárcel, donde el dramaturgo Buero Vallejo le hizo su retrato más famoso, para que su hijo le conociera y el resto no le olvidara.

Hace 74 años falleció el pastor del levante, ese que como el toro nació para el luto. El que mientras agonizaba en la cárcel escribía poemas para que su hijo no muriera de hambre y comiera cebollas. Miguel Hernández fue uno más de esos grandes artistas que tuvo España y que perdió en una guerra que ni tuvo que suceder, ni debió resultar. Pero, como ya sabemos la piel de toro, es la piel de toro y cuando esta se encuentra entre los Pirineos y Trafalgar está marcada "por un hierro infernal en el costado".

Miguel Hernández no entra dentro de la Generación del 27, la del homenaje a Góngora, con la que se codeó. Él era más joven. No tuvo tiempo a exiliarse, pero a diferencia de Lorca, tampoco le fusilaron y enterraron en una fosa sin resolver. Él cayó preso, comunista declarado, compartió celda con Buero Vallejo y a diferencia de él no tuvo tiempo de ganarse ningún premio. En aquella España rota, pendiente de hacer cumplir la máxima de Bismark, como el toro, Miguel Hernández se precipitó hacia el capote rojo que ocultaba una letal espada, crecido en el castigo y soñando con las cosas a su corazón desmesuradas.

Unknown

Comunicador, periodista, persona, fotógrafo amateur enamorado de las palomitas, la naturaleza y el humor absurdo. Como Loquillo: "Feo, fuerte y formal"

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