CUANDO SUAREZ ENTRÓ EN EL CONGRESO

Cuando Suárez entró en el Congreso sus ojos enrojecieron, el vello de sus brazos se erizó y hecho una fiera tiró por las ventanas hasta la última mesa del último despacho. Después, cuando el hemiciclo quedó totalmente vacío el principal responsable de nuestra democracia miró con nostalgia una de las marcas que las balas de Tejero firmaron en nombre de la intransigencia militar y en ese mismo momento deseó que en aquel 23-F los planes de Serrano se hubieran cumplido. Él no tendría  que haber muerto después de sufrir una enfermedad tan inhumana como el alzheimer y seguramente el mapa que encontraríamos en la actualidad sería totalmente distinto.

Obviamente Suárez no fue Jesucristo, aunque haya quien lo compare con la figura bíblica, y seguramente también tendría defectos, pero haciendo uso de su personalidad mitificada podríamos afirmar sin lugar a dudas que si el primer presidente del actual sistema entrara en la actualidad en cualquier institución pública se echaría las manos a la cabeza y como Jesús expulsó a los mercaderes del templo, expulsaría a casi todos los cargos políticos del hemiciclo.

Los muertos no hablan y los tiempos de Suárez son totalmente distintos a los actuales. Quizá un 23 F satisfactorio no hubiera alcanzado nunca el éxito, teniendo en cuenta el desarrollo de la población española en los años 80 y al final, de una forma u otra la democracia se habría impuesto. Tras la última irrupción militar en la vida política, los españoles habrían tomado más conciencia de los que es una democracia y a lo mejor las estructuras se habrían organizado de una forma más dinámica, olvidando cualquier vestigio, de aquel régimen pseudo-democratico ideado por Cánovas y que tras años de deformación profesional por dictaduras y gobiernos viscerales nos malacostumbramos y aún tomamos como única medicina contra nuestro cainismo.

Sin embargo, dibujar un paisaje idílico tras cualquier situación que no fue, no tiene sentido y ofrecer una dictadura como solución a los problemas sería demasiado 'gaullesano' y aquí, hay que destacar, que lo francés siempre se nos ha indigestado. Libertad a cambio de muertes es romántico, pero desde luego siempre hay mejores remedios que la violencia a la hora de afrontar los problemas. En España actualmente de eso se encarga la Justicia.

Frivolidades a parte vamos a dónde nos encontramos y no donde nos podríamos encontrar. Esta semana un juez cuyo cargo no está exento de politización y que hay quien retrata como la oveja negra de la familia concluye un auto en el que señala que hay indicios suficientes como para llevar a juicio a un partido político por fraude fiscal. En ese mismo auto, además señala que el partido ha incurrido en financiación ilegal, pero como no hay una pena para esto pues no hay delito.

Las respuestas por parte del partido, el que ahora mismo gobierna, no se han hecho esperar y para el que no lo sepa, el silencio o la necedad de seguir obcecados en achacar todos los males a Satán, Bárcenas o Tony 'El Gordo es una respuesta. Si como dice el juez el partido financió ilegalmente sus campañas (delitos que prescribieron) la verdad es que no hay respuesta posible, no se puede siquiera mencionar que hay una posbilidad de que se haya obtenido una ventaja de manera ilegal en unos comicios electorales, pilar básico de la democracia. Aunque parece que eso es así, puede que se lo perdone la población, maleducada por una tradición democrática con raices en tiempos anteriores a la II República y que se han ido reforzando con la sucesión de sistemas que han utilizado la visceralidad política para atraer votantes y las redes de clientelismo para asegurar la afiliación.

No tenemos un país con una democracia muy sana y el ejemplo es claro, mientras en nuestra entrañable 'tierra de conejos' agonizaba la dictadura de Franco en EEUU un presidente se veía forzado a dimitir. Su partido había utilizado el gobierno para espiar al contrario y desviado fondos, algo totalmente admisible en este país, en el que los ciudadanos pueden llegar a perdonar que desde Hacienda se compare a un partido político con una ONG o peor aún, que en una comunidad autónoma se robe el dinero destinado a la formación de parados.

Nadie puede decir lo contrario. Si Suárez, como cualquier otro, entrara en el Congreso y lo limpiara de nuevo, no pasaría nada y es que la democracia aquí no funciona y el actual régimen no se puede arreglar en unas elecciones, las defensas que todo orden político establece para perpetuarse están demasiado extendidas.

Desde la institución más insignificante hasta los leones sobre el antiguo Convento del Espíritu Santo (y esto solo es una coincidencia) todo está politizado: asociaciones juveniles, religión, cargos administrativos, universidades, asociaciones de padres, jueces... Esto hace inviable un cambio político a gran escala, ya que pese a que un gobierno cambie las reglas de juego sin el beneplácito de todos los partícipes de esta sobrepolitización de las estructuras del Estado.

Si un gobierno promueve una ley sin el consenso de las autonomías, ni de los institutos que harán viables las medidas aprobadas, nada de lo escrito será acordado. La condición en la red clientelar es que todos saquen algo. Por ejemplo, si un ayuntamiento decide que no es necesario publicar sus cuentas, porque para agujeros ya hay en las minas, no pasa nada simplemente cede voluntariamente la recaudación de sus impuestos sobre los vehículos a la Diputación, el elemento más oscuro de todo el sistema, ya que esta está dirigida por un solo partido y utiliza su poder de una forma que muchos consideran arbitrárea, aunque su objetivo es mantener estables los gobiernos desde los pueblos más pequeños con medidas como ofrecer unos trabajos temporales que se realizarán justo antes de la cita que cada cuatro años todo ciudadano tiene con las urnas.

En una situación como la actual votar a unas siglas que han seguido comportamientos antidemocráticos, pero que te dan trabajo es mucho mejor que votar a unos soñadores que lo único que prometen es que no te van a robar, ya que contra los cambios en último caso está la rigidez de nuestra Constitución, esa por la que tanto luchó Suárez y bajo la que se sustenta la última barrera. En fin los mitos tienen sus sombras, una de ellas es que no pueden resucitar y otra que descontextualizados temporalmente pierden el halo que les envuelve y se convierten en personas, las únicas, que con educación pueden cambiar.


Unknown

Comunicador, periodista, persona, fotógrafo amateur enamorado de las palomitas, la naturaleza y el humor absurdo. Como Loquillo: "Feo, fuerte y formal"

0 comentarios: