ESPAÑA O LA HISTORIA DE LA NACIÓN QUE OLVIDÓ AL HÉROE TUERTO, MANCO Y COJO


España no es un país y nunca lo ha sido. Tenemos un idioma en común y una historia, que si no es la misma, muestra un largo historial de relaciones políticas, económicas y culturales. Ahora bien, no podemos negar que no hemos sido, ni somos una nación propiamente dicha.

Podemos  achacar nuestros males a mil razones desde la identificación anti-nacionalista de las izquierdas (realmente es una visión federal), hasta la distorsión que muestra al patriota como un acérrimo seguidor del Franquismo. Sin embargo, eso sería quedarnos cortos y es que todos somos culpables de la situación por no conocer nuestra historia.

"Los españoles siempre se han sentido más atraídos por ficciones ideológicas como el Cid, o de personajes salidos de la literatura antiheróica, como Don Quijote de la Mancha", señaló hace ya cinco años el historiador británico Henry Kamen, en su libro Poder y Gloria: Los Héroes de la España Imperial. Nadie, hasta ahora, ha podido negárselo.

Henry Kamen
Decía Brântome, un militar y escritor francés del siglo XVI, que en su estudio sobre La Vida de los Grandes Capitanes Extranjeros no hablaría de los españoles ya que esta nación poseía los ejércitos mejor formados y que habían impuesto su superioridad militar durante más de un siglo en Europa, por lo que si se incluían en su trabajo, el título debería ser La Vida de los Grandes Capitanes Españoles.

Ahora bien, Brântome conocía el nombre de más generales de la España Imperial de los que cualquiera de nosotros podría hablar: Pizarro, Almagro y Cortés - los conquistadores - y algún lúcido recordará al Gran Capitán, aunque nadie se atreva a intentar acertar su nombre (Gonzalo Fernández de Córdoba). Nuestros conocimientos sobre la historia propia son limitados y por no resultar pedante no citaré a Goethe y su archiconocida cita sobre lo que les pasa a los que no llevan la contabilidad de sus años.

En su libro Henry Kamen cita diez de los hombres más importantes de la historia militar española, muchos de ellos, dada la formación de los ejércitos en aquellos tiempos no eran españoles, pero al fin y al cabo, lucharon por su corona. El Gran Capitán, Hernán Cortés, Francisco Pizarro, Carlos V, Fernando Álvarez de Toledo, Duque de Alba; Don Juan de Austria, Alejandro Farnesio, Ambrosio Spínola, el Cardenal Infante Fernando de Austria y el duque de Berwick son los hombres con historias extraordinarias que el británico seleccionó para su libro, publicado en 2010.

Kamen dice que hay hombres incluso más notables que esos diez en la historia de España, pero que debido al vilipendio sufrido sus memorias se han perdido y solo se conservan hechos aislados. Este es el caso de uno de los más brillantes estrategas de todos los tiempos y el único que puede decir que con 3.600 soldados consiguió derrotar a la armada más grande que se conoce, tras la que protagonizó el Desembarco de Normandía, con 195 buques de guerra.

Blas de Lezo, medio hombre para salvar un imperio



Nacido en un pequeño pueblo de Guipuzcua, Blas de Lezo se forjó como soldado y marinero en las batallas que decidieron la sucesión al trono de España tras la muerte de Carlos II 'el Hechizado'. En la Guerra de Sucesión, el joven marinero llegó a ser almirante, pero no sin un gran sacrificio. Con 17 años, poco después de alistarse en la Guardia Marina Francesa, perdió la pierna izquierda de un cañonazo. Dos años después una esquirla, tras una explosión se alojó en su ojo, también izquierdo, y le dejó tuerto de por vida. La tragedia de este hombre no acabaría ahí, siete años más tarde, cojo y tuerto una bala le arrebato su brazo derecho. La leyenda del Almirante Patapalo o Medio Hombre comenzaba.



Curtido en batallas navales contra piratas y corsarios De Lezo con el paso del tiempo fue ascendiendo hasta convertirse en 1737 en Comandante General de Cartagena de Indias. Situada en la costa de la actual Colombia, esta ciudad era una de las más importantes de la Corona Española y suponía uno de los principales nodos de comunicación del Imperio desde el que se enviaban las riquezas del Nuevo Continente a Europa. Si cualquier potencia quería desafiar a los Borbones en América, Cartagena de Indias era un enclave propicio y un año después de la llegada de Blas de Lezo a la ciudad, los ingleses encontraron su tormenta perfecta.

En 1731, Juan León Fandiño, un capitán de barco español, apresó el Rebecca, una nave corsaria al servicio de Inglaterra. En un ataque de bravuconearía Fandiño arrancó la oreja al comandante Robert Jenkins y le mandó de regreso a Londres con un mensaje: "Vé y dile a tu rey que le haré lo mismo si se atreve". Con un casus belli probado los bretones declararon la guerra a España y sin tiempo de reacción, la mayor flota jamás conocida - contaba con más barcos que la Armada Invencible - atacó los territorios españoles en América. Comandada por Eduard Vernon, las tropas invasoras saquearon Portobello y de allí partieron a Cartagena de Indias con el objetivo de conquistar territorio y cortar las comunicaciones entre los virreinatos españoles.

Blas de Lezo contaba en su favor con una bahía poco accesible y que solo tenía dos entradas posibles para la flota, además poseía en su haber seis barcos, dos fuertes y un castillo, al que mandó cavar un profundo foso.

La batalla comenzó y desde el principio el Gobernador guipuzcoano sabía que las posibilidades de retener el ataque en el mar eran imposibles. Tras causar numerosas bajas en la entrada de la bahía cuando los barcos no pudieron aguantar el empuje de los ingleses mandó quemarlos para entorpecer la entrada de los navíos y abandonó los fuertes a su suerte.

Los ingleses, que tras tomar los fuertes y desembarcar,  dieron la batalla por ganada, a falta de tomar el castillo festejaron la victoria y de hecho se empezaron acuñar monedas con grabados de "la derrota del orgullo español". Con lo que no contaba Vernon fue que el castillo con el foso era inaccesible y seiscientos hombres, de los cuales 600 eran indios flecheros, pudieron aguantar las acometidas inglesas que al final del episodio contarían con 1.500 hombres menos.

Vernon se batió en retirada tras bombardear la ciudad, una vez más, con los navíos que le quedaban y teniendo que hundir algunos de sus barcos de regreso a Inglaterra ante la falta de hombres para tripularlos. Una ciudad había resistido el ímpetu de una de las mayores flotas navales que se recuerdan. Sin embargo, el destino repararía distintos finales a ambos personajes.

Mientras que el comandante inglés sería enterrado en su país como un héroe de guerra, Blas de Lezo tuvo problemas con sus superiores al final de su vida y sus méritos le fueron reconocidos tras su muerte, estos recayeron en sus hijo. 

Mientras que en Cartagena de Indias, 'Medio Hombre' es reconocido como un héroe; en España se tuvo que esperar hasta 2014 para que se inaugurara la primera estatua sobre él en Cádiz, a la que siguió una en Madrid.

Estatua de Blas de Lezo en Cartagena de Indias


España es el único país en el que no se es profeta ni después de muerto y en el que aquellos que lucharon por mantener sus territorios son vilipendiados y sus figuras sirven para escaramuzas políticas. Poco después de que Madrid rindiera homenaje a una figura tan destacada de la historia, el Ayuntamiento de Barcelona solicitó su retirada. Blas de Lezo había participado como alférez en los bombardeos a la Ciudad Condal durante la Guerra de la Sucesión y por lo tanto les había negado su derecho a fueros propios, cosa que suprimió Felipe V - primer Borbón - con los Decretos de Nueva Planta. Un ejemplo más de por qué no somos una nación.

Unknown

Comunicador, periodista, persona, fotógrafo amateur enamorado de las palomitas, la naturaleza y el humor absurdo. Como Loquillo: "Feo, fuerte y formal"

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