RAZONES PARA ODIAR MADRID



Llevo un año exacto en Madrid. A lo mejor un poquito más y la ciudad se ha quedado conmigo, al menos para un ratito. En lo que llevo aquí me han pasado todo tipo de aventuras. He llorado, he reído, he festejado y también sufrido esos pequeños handicaps que la capital reserva para pueblerinos como el que escribe. Es por eso, que, como Heath Ledger - adolescente - dio 'Diez razones para odiar(te)' a Julia Stiles en aquella comedia romántica que si preguntan por segunda vez jamás reconoceré haber visto, yo daré mis diez motivos para odiar y a la vez reconocer estar enamorado de este lugar que un día se llamó Mayrit:


1. El Metro



"Madrid tiene uno de los mejores sistemas de transporte del mundo", "estamos a la vanguardia - o Champions League - del transporte en Europa y el MUNDO", lo hemos oído millones de veces y discutido en el 75% de los casos. La verdad es que nadie puede hablar mal del medio de transporte por excelencia de la ciudad,  sin embargo apesta y mucho.

Apesta por todos aquellos que no se ducharon; por los vagones llenos; por las esperas en los andenes; las escaleras mecánicas que no funcionan; las colas para entrar; las colas para salir; la gente rara que se pone a cantar como si pensara que sus auriculares además de sordos les hiciera mudos; por aquellos que hablan con la pared como si a alguien les importase lo que dijeran; por las miradas raras y por tantos motivos tan comunes que dan para ciento cincuenta mil artículos más del estilo.

2. Las cadenas comerciales


100 Montaditos, Sureña, Tragatapas, Lizarrán por no hablar de todos los sitios de comida rápida. Uno cada tres pasos, es tal la competencia que muchas veces dudas de que existan los bares de barrio, pero ese es otro cantar, la mayoría desaparecieron y se convirtieron en algo más 'chik' y, sobre todo, caro.

3. Buscar piso




Gente joven que busca piso o habitación con alquiler y acaba encontrando un palacio o un sótano, no hay término medio. Hay que visitar cien lugares distintos, buscar compañeros, mirar las comunicaciones y servicios cercanos al lugar  y, por último, quedarte en un lugar que, con algo de suerte, no tendrá humedades.


4. La pared de los ojos de Malasaña



¿Tienes Facebok? ¿Tienes Instagram? No lo dudes hasta tu amigo el de Murcia tiene una foto en esa pared. ¿Por qué? Nadie lo sabe, pero debe estar considerado muy hipster y si hay que irse de peregrinación, mejor a Madrid que a Santiago, que en Galicia aún no hay AVE.

5. El Rastro




En Madrid los mercadillos son especiales, sobre todo porque se les cambia el nombre y se abarrotan más de lo que se suelen abarrotar. Lo único que puede salvar una mañana de ir al rastro es tomarse algo en La Latina o disfrutar de algún concierto de micro abierto en el Mercado de la Cebada, pero tecnicamente eso ya no es Rastro. Aquí no hablo del horario, domingo por la mañana.

6. Los taxis



Uber, Cabify... si se puede evitar coger un taxi se evita y punto - esperemos que no haya nadie del gremio leyendo -. Los taxis son armas en potencia, apuran la frenada, aceleran si estás en su camino para que te des prisa cruzando un paso peatonal, hay quien piensa que para conseguir la licencia hay que pasar una especie de examen militar. Lo peor de todo es que cuando te montas en uno de ellos y no haces caso a la ruta es muy probable que acabes dando dos vueltas a la M-30 para llegar a tu destino.

7. Los bares de barrio o viejos



Sí aunque la mayor parte de ellos en el centro hayan desaparecido y los que sobreviven lo hacen fuera de esa zona de influencia que se llama Línea 6 de Metro, Circular o, en términos más inmobiliarios primer cinturón verde que delimita el Centro; los bares de barrio en Madrid ya no son bares de barrio, sino de ciudad. Amparados por su look 'casual', descuidado, añejo o 'de toda la vida' estos bares no dejan de ser emplazamientos turísticos para los madrileños: Casa Camacho, Siri, El Palentino todos ellos, siempre, llenos, da lo mismo la hora y el día. Lo peor, es que cuando te encuentras hablando con un desconocido que ya roza o ha alcanzado la edad de jubilación, sabes que algo no has hecho bien con tu vida.

8. Los museos, los teatros y demás actividades culturales




Hablando en serio, a Madrid le sobran museos, le sobran exposiciones y todos los que se quejan de que la oferta cultural es pobre simplemente debería ir al Prado todos los días, un año no es suficiente para recorrer una a una todas sus pinturas, aunque si los pasillos del museo más grande se os hacen monótonos siempre quedan el Thyssen, el Reina Sofía, las exposiciones de la Fundación Canal Isabel o el resto de salas de exposiciones que aquí pasan desapercibidas, pero en otras ciudades de España se considerarían la joya de la corona. Eso sí, en ningún momento penséis que el Museo de Cera es una buena idea, descartadlo.

9. El Retiro




Uno de los primeros post que escribí cuando llegué aquí hablaba sobre este parque, un corazón verde en el Centro de la ciudad donde poder pasear, tirarse en el césped o contemplar esos estanques tan guarros como emotivos. Odiar el retiro no es fácil, simplemente hay que visitar el Palacio de Cristal. Sin embargo, cuanto más se aleja uno de las carpas obesas, los runners, las parejitas, los fotógrafos amateurs y los mimos sin pulso, más se da cuenta de lo fácil que nos engañamos a nosotros mismos y que teniendo la sierra, al lado e incluso con conexión en Cercanías preferimos pasear por un ambiente urbano, sin que parezca urbano, por mero postureo, como el que prefiere los parques de Fuente del Berro o Berlín al Retiro simplemente por ser menos 'mainstream'.

10. Madrid


Madrid

No nos engañemos, en este caso, el problema no son las pequeñas cosas en realidad es el todo. Madrid es una ciudad grande, con mucha actividad, con muchas personas, trabajadores, parados, mendigos, estudiantes, pensionistas e incluso famosos que se esconden tras gafas de sol en plena tormenta para pasar inadvertidos. En una ciudad tan grande como esta los contenedores se llenarían día tras otro a partir de las dos de la tarde sin el trabajo de las diferentes comunidades de vecinos, los metros involuntariamente tienen retrasos e incluso las palomas, de vez en cuando chocan contra alguna ventana. Es imposible no desubicarse en un lugar tan grande e impedir el paso a una persona por situarte a la izquierda en las escaleras mecánicas. Lo bueno es que ante toda la inmensidad, tú no dejas de ser pequeño y la peor catástrofe no es tan terrible como parece en una ciudad que ya ha visto de todo y nunca se cansará de mostrarte cosas nuevas. Para lo malo solo hay que echar la culpa a Manuela Carmena.


Unknown

Comunicador, periodista, persona, fotógrafo amateur enamorado de las palomitas, la naturaleza y el humor absurdo. Como Loquillo: "Feo, fuerte y formal"