BREVE REFLEXIÓN SOBRE EL TRATADO DE PARÍS Y EL CALENTAMIENTO GLOBAL

Foto de Tarabiscuite

A principios de este mes, mientras los niños aún digerían los últimos caramelos de Halloween, el mundo aterrado aún por tanto payaso asesino no se enteró de una buena noticia. El 3 de noviembre de 2016 pasará a la historia como el día en el que se aprobó el Tratado de París, el último de los acuerdos multinacionales para frenar el cambio climático.

Aunque hay quien tacha el acuerdo de laxo, ya que no trata de evitar que la temperatura media del planeta aumente – se da ya por imposible –, no deja de ser sorprendente que las dos potencias que lideran los rankings de emisión de gases de efecto invernadero, EEUU y China, hiciesen el esfuerzo y consiguieran entenderse.


Algo no va bien cuando la NASA crea vídeos virales en los que se puede ver como año tras año el Ártico se descongela. Poco a poco los científicos familiares de algunos cargos políticos han cambiado su posición para afirmar que el aumento de la temperatura global es un problema.

La realidad cada día se hace más tangible y mientras en el Pacífico islas-estado pelean por no desaparecer y encontrar otro territorio en el que asentarse, en la periferia de las zonas más secas la presión migratoria aumenta. Inestabilidad, riesgos de salud para la población, pérdida de territorios, desaparición de ecosistemas o crisis económicas debidas al cambio de las condiciones naturales todo aquello que un día vimos en películas apocalípticas ya no suena a ciencia ficción. La vida en determinadas regiones, incluyendo algunas de las más desarrolladas del planeta, será imposible o muy complicada obligando a controles de población y provocando flujos migratorios en sentidos que no se han conocido.


El Tratado de París evita tratar o fijar medidas drásticas, pero por primera vez ha hecho un protocolo de actuación y obligará a los estados a hacer públicos los datos con los que comprobar si los plazos y límites se van cumpliendo. Ahora bien, no todo es bonito y la lucha contra el cambio climático producirá una reconversión industrial que puede empobrecer determinadas comunidades, si no se invierte en su reconversión. ¿Os suena lo que pasó con Detroit cuando se dejó de fabricar automóviles? [aquí un pequeño recordatorio].

Habrá quien prefiera que su hijo no pueda respirar, que su vecindario se convierta en ceniza, como pasa en China, o que nuestro planeta colapse abnegando los principales núcleos de población – siempre situados en las costas –. El sufrimiento es duro, pero de no seguir las pautas marcada, o incluso no endurecerlas haciendo que la contaminación no sea rentable, las consecuencias serán peores e incluyen un desafío de supervivencia.

Nuestro egoísmo en este momento puede jugar en contra de nuestros hijos y aunque haya quien intente utilizar los esfuerzos que hacemos a su favor solo siendo responsables conseguiremos salvar una situación que año tras año se hace más insostenible. Esperemos que el populismo se quede en populismo, porque si no, en poco tiempo a lo mejor somos otros los que tenemos que saltar los muros.


Unknown

Comunicador, periodista, persona, fotógrafo amateur enamorado de las palomitas, la naturaleza y el humor absurdo. Como Loquillo: "Feo, fuerte y formal"

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