CUANDO A DIOS LE DA POR AYUDAR A LAS ASEGURADORAS


Dios creó el mundo en siete días y después se puso a ayudar a los seguros. Alguno dudará de que esto sea cierto, pero el ente antropomorfo, que creó al ser humano según la Biblia, es una de las causas por las que las aseguradoras no tienen que devolver el dinero en caso de accidente.

Lo explicó hace tiempo el cómico británico Ricky Gervais en un espectáculo para la HBO – no solo hace series – bajo el título 'Out of England'. Era 2010 y en España aún gobernaba Zapatero cuando en Islandia, un pequeño país conocido por sus géiseres y el nombre extraño de sus localizaciones, el volcán Eyjafjallajökull entró en erupción y emitió una gran nube de ceniza que cubrió Europa. La era de la oscuridad.


Esa nube de ceniza, que cegó al sol durante varios días, impidió que se pudiera volar, los residuos emitidos que flotaban en el aire podían causar accidentes aéreos y los viajes internacionales dentro del continente se suspendieron. Aunque los billetes ya estaban comprados y los hoteles reservados, pocos fueron los que recibieron el dinero del seguro, el motivo: un acto de Dios.

“¿Cómo supieron que era Dios el que creó esa nube? ¿A caso tienen las aseguradoras una línea directa con el cielo?”, se preguntaba en su espectáculo el siempre polémico cómico inglés. Lo cierto es que el térmico Acto de Dios se utiliza para designar a catástrofes naturales no predecibles: un huracán como el Katrina, que destroza una ciudad entera; un terremoto de proporciones épicas, como los que cada tiempo asolan Chile; las erupciones volcánicas en tierras de alta sismología, también; o incluso los daños que puedan ser causados por un ataque nuclear o una guerra totalmente improbable.

La cláusula acto de Dios, de origen anglosajón (act of God) está presente en muchos contratos de seguros, pero en España, para evitar una referencia tan directa a la deidad y dando muestras de la aconfesionalidad constitucional, también se conoce como fuerza mayor, aunque las definiciones ofrecidas por portales de comparación de seguros como Lagunaro, señalan algunas diferencias, lo que permite la coexistencia de los dos términos.

Por estas definiciones, un terremoto es un acto de Dios, salvo que no haya contratado un seguro específico contra esta amenaza el afectado no recibirá nada. Sin embargo, una guerra sería fuerza mayor, el resultado es idéntico. De hecho, por la definición de fuerza mayor, los actos de Dios se encuentran englobados en los primeros, sobre ambos las personas no tienen control. Lo peor, es que en los contratos no se suelen regular las condiciones y características que las catástrofes que puedan causar los daños. Un claro ejemplo podría ser este análisis del ingeniero civil Rubén Boroscheck sobre este tipo de cláusulas en Chile un país que se encuentra temblando constantemente.


Las inexactitudes en la definición y limitación, además de la imposibilidad de consultar con Dios o la Naturaleza su responsabilidad en los accidentes, causan numerosos juicios en los que el juez debe dirimir las causas de un accidente más allá de lo que a Dios se le atribuya.




Resumir el trabajo de una aseguradora en unas pocas líneas es muy difícil, pero en una visión simplista se podría decir que son una apuesta contra una catástrofe, un accidente o simplemente una actividad que no sale tal y como se ha planeado. Ahora bien, a lo firmado, siempre hay algo que añadir y señalar como excusa, porque la historia de los actos de Dios, más allá de lo extraordinario, es la misma de siempre: La banca gana.

Unknown

Comunicador, periodista, persona, fotógrafo amateur enamorado de las palomitas, la naturaleza y el humor absurdo. Como Loquillo: "Feo, fuerte y formal"

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